Contexto

Síntomas y causas fundamentales de un sistema alimentario roto

Un tercio de toda la comida producida se desperdicia. 842 millones de personas pasan hambre. Hemos perdido el 75% de nuestra biodiversidad. En los EE. UU se venden 8 veces más antibióticos para la agricultura industrial que para los hospitales. Los cánceres y otros problemas de salud están en auge. Cada vez hay menos nutrientes en los alimentos. El cambio climático amenaza el futuro de nuestro planeta. Hay 400 zonas muertas en el océano, sin vida marina. Los envases de alimentos contribuyen a ese séptimo continente hecho de desechos, en medio del océano. 370 000 agricultores se suicidan cada año usando pesticidas. ... Entonces nos debemos hacer la pregunta: ¿no está roto el sistema alimentario?

Podemos mencionar dos causas principales de todas esas externalidades negativas:

  • Desconexión física y psicológica: con la urbanización, la globalización y la centralización del sistema de distribución de alimentos, hoy hay muchos intermediarios entre nosotros y nuestra comida. La desconexión física ha traído una desconexión mental. Si vas a un supermercado no sabes quién ha producido el alimento, cómo se ha elaborado, no te das cuenta de todo el esfuerzo y la energía que son necesarios para producirlo. No valoramos tanto nuestra comida porque hemos perdido la conciencia de cómo se cultiva. Así que lo tiramos muy fácilmente. En promedio, en Europa, la mayoría de los desperdicios de alimentos provienen de los hogares (42%).

  • Centralización, concentración e integración: A lo largo del sistema alimentario se ha producido durante las últimas décadas un movimiento de fusiones y adquisiciones, tanto de integración horizontal como vertical, que ha concentrado el poder en manos de muy pocas grandes corporaciones. La mitad de los alimentos consumidos en el planeta es producida por el 15% de las granjas, granjas industriales intensivas. El número de agricultores está disminuyendo drásticamente, 30% menos en Noruega durante los últimos 10 años, 50% menos en Francia durante los últimos 20 años. Las granjas se hacen cada vez más grandes a través de adquisiciones. La declaración de Berna, una ONG suiza, ha publicado un tremendo informe, Agropoly, que muestra cómo el sistema alimentario mundial está en manos de unas pocas grandes corporaciones y cómo esta alta concentración e integración produce esas externalidades negativas. Para dar solo un ejemplo, las mismas empresas fabrican la semilla y los pesticidas (Monsanto, Syngenta, Bayer, BASF, DuPont), por lo que se aseguran de que las semillas necesiten pesticidas, como en el caso de los organismos modificados genéticamente (OGM), por ejemplo. Las semillas no se reproducen de forma fiable y las empresas poseen los derechos de propiedad intelectual sobre ellas, por lo que los agricultores se ven obligados a comprar semillas cada año, no pueden guardarlas ni intercambiarlas. Esta situación no solo tiene consecuencias para la salud y el medio ambiente, sino también para la supervivencia de los agricultores, que se encuentran totalmente dependientes de esas grandes corporaciones. En lo que respecta a la distribución, la situación no es mejor: en 2011 en la UE, los cinco minoristas más importantes de cada país tenían una cuota de mercado combinada de más del 60% en 13 estados miembros, con una concentración de mercado que a veces superaba el 80%. En la mayoría de los países, sin embargo, la concentración del mercado entre dos o tres minoristas principales es la norma: 2 cadenas de supermercados controlaban más del 70% del mercado en Australia en el 2013 y 3 grupos controlaban el 55,5% del mercado en Canadá en 2011. Su enorme poder como compradores les da a esos grandes minoristas la capacidad de establecer los términos bajo los cuales opera la cadena de suministro de alimentos.

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